La idea de "dar voz", presupone que las voces pueden extraerse de quienes carecen de poder. Pero esas "voces" no tienen una existencia anterior ni son un reflejo ni una representación de la realidad. "Estas "voces" son, como las experiencias, productos culturales y construcciones políticas". Por otro lado, el hablar de "voces" puede circunscribir el análisis a un nivel exclusivamente discursivo, dejando de lado los elementos materiales que, junto a los semióticos, intervienen en los procesos de articulación de las subjetividades.
La realidad social sobre la que la narrativa opera no es una realidad de primer orden (un conjunto de propiedades atribuibles en un proceso de interacción social inminente), sino una realidad de segundo orden (discursos que reflejan universos intersubjetivos, en los que el sentido y la significación de las cosas es producto de una comunicación dirigida). Es decir, que la narrativa en sí misma no es la realidad social estudiada pero sí la representa mediante la discursivización de imaginarios sociales o universos simbólicos que aportan orden a la experiencia subjetiva de las personas en una sociedad. Los imaginarios sociales son emergentes y constituyen los marcos de referencia que limitan las formas de pensar individuales, poniendo en relación la sociedad en general con las actuaciones individuales.
Las narrativas, entonces, tienen su lógica en el estudio de los discursos, teniendo en cuenta que éstos se presentan como formas de enunciación por combinaciones de signos, gracias a los cuales los actantes sociales pueden utilizar el código lingüístico para interaccionar con otros actantes sociales. Para captar estos discursos, imágenes y construcciones simbólicas, las narrativas se presentan como un dispositivo de producción de discurso en situación de interacción comunicacional interpersonal. Tal interacción no es solamente una producción de discursos "objetivos", estables y analizables desde una racionalidad matemática. En lo contrario, al inducir a un clima de interacción social y socialización de una experiencia común es capaz de suscitar representaciones simbólicas sensibles y concretas que sobrepasen la dimensión de respuesta psicológica individualizada, adentrándonos en universos simbólicos grupales.
La narrativa implica un proceso de comunicación dentro del cual los actantes (informante e investigadora) pueden influirse mutuamente dando lugar a un relato final sobre la experiencia compartida de un tema en concreto. La narrativa implica un esfuerzo de inmersión por parte de la investigadora delante de la informante que asiste activamente a este ejercicio de reposición vital. La narrativa, en este sentido, es un instrumento de indagación que intenta poner de manifiesto la estructuración del sentido del relato conjunto producido.
La realidad social sobre la que la narrativa opera no es una realidad de primer orden (un conjunto de propiedades atribuibles en un proceso de interacción social inminente), sino una realidad de segundo orden (discursos que reflejan universos intersubjetivos, en los que el sentido y la significación de las cosas es producto de una comunicación dirigida). Es decir, que la narrativa en sí misma no es la realidad social estudiada pero sí la representa mediante la discursivización de imaginarios sociales o universos simbólicos que aportan orden a la experiencia subjetiva de las personas en una sociedad. Los imaginarios sociales son emergentes y constituyen los marcos de referencia que limitan las formas de pensar individuales, poniendo en relación la sociedad en general con las actuaciones individuales.
Las narrativas, entonces, tienen su lógica en el estudio de los discursos, teniendo en cuenta que éstos se presentan como formas de enunciación por combinaciones de signos, gracias a los cuales los actantes sociales pueden utilizar el código lingüístico para interaccionar con otros actantes sociales. Para captar estos discursos, imágenes y construcciones simbólicas, las narrativas se presentan como un dispositivo de producción de discurso en situación de interacción comunicacional interpersonal. Tal interacción no es solamente una producción de discursos "objetivos", estables y analizables desde una racionalidad matemática. En lo contrario, al inducir a un clima de interacción social y socialización de una experiencia común es capaz de suscitar representaciones simbólicas sensibles y concretas que sobrepasen la dimensión de respuesta psicológica individualizada, adentrándonos en universos simbólicos grupales.
La narrativa implica un proceso de comunicación dentro del cual los actantes (informante e investigadora) pueden influirse mutuamente dando lugar a un relato final sobre la experiencia compartida de un tema en concreto. La narrativa implica un esfuerzo de inmersión por parte de la investigadora delante de la informante que asiste activamente a este ejercicio de reposición vital. La narrativa, en este sentido, es un instrumento de indagación que intenta poner de manifiesto la estructuración del sentido del relato conjunto producido.
Los dueños del mundo, la mentira secuestradora de la verdad
La verdad saliendo del pozo
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