Estamos hechos de memoria y olvido. Y esta parte del olvido -este olvido parcial de nuestras transformaciones permanentes- probablemente juega un papel importante en la preservación, a lo largo de nuestra existencia, de nuestro sentido de identidad y continuidad. Las redes de células nerviosas que hoy nos permiten reconocer sin sorpresa nuestro rostro en el espejo han cambiado de una manera sutil, adaptándose gradualmente a los cambios que el paso del tiempo nos ha causado, dice Antonio Damasio. Si sabemos reconocer nuestro rostro -que es de nosotros que se trata- es porque en parte, confusamente, hemos olvidado que nuestro rostro ha cambiado. Nuestra memoria está incrustada en nosotros en forma de fragmentos, parcelas, distribuidas en territorios lejanos. Y algunos de estos pedazos de memoria a veces pueden reaparecer en fragmentos - revelando pedazos aislados de nuestro pasado distante Cualquier recuerdo que emerge en nuestra conciencia emerge de una reconstrucción. La memo
“Escriba joven sin miedo, que en Chile nadie lee.” ANDRÉS BELLO