Doctrina, género literario, predicción mesiánica… la utopía es política. Prefigurando otro mundo posible, dando vuelta la organización social, ella es desde siempre incompatible con el orden existente, cualquiera que este sea. Desde que la palabra existe, la utopía se regenera renovando el “principio esperanza” (Ernst Bloch ) y representa una forma de idea social. Por lo tanto bien a menuda termina dando miedo. Forjada en 1516 por el inglés Thomas More (1478-1535), la palabra, difícil de traducir, juega deliberadamente el equívoco y la pluralidad de sentidos. Entre lugar (topos) de ninguna parte y de ningún tiempo (u, prefijo privativo) y el lugar de la felicidad donde todo va bien, la idea escapa a todos lo que tendrían la voluntad de fijar la existencia en un espacio y en una temporalidad cualquiera que sea. La utopía, nacida de una astucia de su autor, sabiendo jugar con las palabras griegas, se escapa también de la censura de la época. Como arte de escritura, la utopía derrota al
“Escriba joven sin miedo, que en Chile nadie lee.” ANDRÉS BELLO