Hay en nosotros una forma de memoria consciente, llamada memoria declarativa y explícita, que
corresponde a todos los recuerdos que no sólo podemos convocar dentro de nosotros, sino también
describir a los demás.
Y esta memoria consciente y declarativa tiene dos componentes. Por un lado, una memoria general, impersonal, llamada memoria semántica, que se compone de nuestras memorias de los hechos, de los símbolos, de nuestro conocimiento del mundo - ¿cuál es el nombre del país en el que vivimos?
Y por otro lado, un conjunto de recuerdos que nos devuelven nuestras experiencias personales, la situación, el contexto - ¿qué estábamos haciendo, dónde estábamos cuando ocurrió este evento? - llamada memoria episódica, memoria autobiográfica, que conecta los hechos entre sí y con nosotros. Conecta los acontecimientos con lo que hemos vivido, con la experiencia que hemos tenido, escribiéndolos en una narrativa en la que estamos presentes, y les da sentido.
Además de nuestra memoria consciente, existe una forma de memoria inconsciente, llamada memoria implícita, procesal, la que nos permite escribir, nadar, andar en bicicleta. Hemos escrito en nosotros mismos los recuerdos de estos aprendizajes, pero lo que hemos aprendido, lo implementamos automáticamente, inconscientemente, sin pensar en ello. Y conseguimos estas prestaciones tanto mejor cuanto que las realizamos como automatismos.
Incluso hay casos en los que hemos olvidado que ha habido aprendizaje. Nuestra lengua, nuestra lengua materna, ya no recordamos el período en que la aprendimos -nuestra primera infancia- y ya no la recordamos. Y quizás porque hemos olvidado que teníamos que aprenderlo, nos lo hemos apropiado hasta el punto de creer que siempre ha sido nuestro -nuestro idioma, en el que pensamos y hablamos, y que lo entendemos como si siempre hubiera sido parte de nosotros. Como si nunca hubiera sido una extraña para nosotros.
El espacio toma la forma de mi mirada", dice el astrofísico Hubert Reeves. Todas las formas de memoria tienen en común que dan vida al pasado en nosotros al darnos un intenso sentido de familiaridad. Y es este sentimiento de familiaridad el que da a nuestras memorias su dimensión de autenticidad: nos pasó a nosotros, nos pasó a nosotros, nos pasó a nosotros, nos pasó a nosotros, nos pasó a nosotros.
En nuestro interior está anclado este sentimiento, este sentimiento, esta evidencia, esta certeza, sin error posible, de que se trata de nosotros.
corresponde a todos los recuerdos que no sólo podemos convocar dentro de nosotros, sino también
describir a los demás.
Y esta memoria consciente y declarativa tiene dos componentes. Por un lado, una memoria general, impersonal, llamada memoria semántica, que se compone de nuestras memorias de los hechos, de los símbolos, de nuestro conocimiento del mundo - ¿cuál es el nombre del país en el que vivimos?
Y por otro lado, un conjunto de recuerdos que nos devuelven nuestras experiencias personales, la situación, el contexto - ¿qué estábamos haciendo, dónde estábamos cuando ocurrió este evento? - llamada memoria episódica, memoria autobiográfica, que conecta los hechos entre sí y con nosotros. Conecta los acontecimientos con lo que hemos vivido, con la experiencia que hemos tenido, escribiéndolos en una narrativa en la que estamos presentes, y les da sentido.
Además de nuestra memoria consciente, existe una forma de memoria inconsciente, llamada memoria implícita, procesal, la que nos permite escribir, nadar, andar en bicicleta. Hemos escrito en nosotros mismos los recuerdos de estos aprendizajes, pero lo que hemos aprendido, lo implementamos automáticamente, inconscientemente, sin pensar en ello. Y conseguimos estas prestaciones tanto mejor cuanto que las realizamos como automatismos.
Incluso hay casos en los que hemos olvidado que ha habido aprendizaje. Nuestra lengua, nuestra lengua materna, ya no recordamos el período en que la aprendimos -nuestra primera infancia- y ya no la recordamos. Y quizás porque hemos olvidado que teníamos que aprenderlo, nos lo hemos apropiado hasta el punto de creer que siempre ha sido nuestro -nuestro idioma, en el que pensamos y hablamos, y que lo entendemos como si siempre hubiera sido parte de nosotros. Como si nunca hubiera sido una extraña para nosotros.
El espacio toma la forma de mi mirada", dice el astrofísico Hubert Reeves. Todas las formas de memoria tienen en común que dan vida al pasado en nosotros al darnos un intenso sentido de familiaridad. Y es este sentimiento de familiaridad el que da a nuestras memorias su dimensión de autenticidad: nos pasó a nosotros, nos pasó a nosotros, nos pasó a nosotros, nos pasó a nosotros, nos pasó a nosotros.
En nuestro interior está anclado este sentimiento, este sentimiento, esta evidencia, esta certeza, sin error posible, de que se trata de nosotros.
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